En una loma del poblado, entre otros restaurantes, está Tabun. Su exterior lleno de plantas tiene unas cuantas mesas con sofás cómodos.

 

Al entrar se siente el cálido de las paredes, los colores seguro están en una escala de marrones y rojizos, la luz es tenue y la dan unas lamparitas de tela cilíndricas. Se ven utensilios árabes, narguilas –que no se usan-, un bar bastante grande hacia la izquierda, un sótano con baños y hacia la derecha más mesas. La música es tan cálida como alegre, pero a la vez es serena.

 

Subes unas escaleras de madera oscura, digamos que ese es el tercer piso. Más mesas, a la izquierda a altura normal, como para parejas, en el centro unas a la altura del piso con cojines como para llegar con amigos y la derecha unas que están al frente de un video beam, esas son como familiares.

 

El techo parece no existir, son velos, de colores pastel. Las paredes están brevemente adornadas con cuadros, unos representando la cultura hindú, otros la judía, otros la musulmana. Particularmente hay una fotografía del muro de los lamentos, este está en blanco y negro y contrasta perfectamente con los camellos que flotan en un móvil y la pared vinotinto.